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martes, 13 de enero de 2015

VICTIMAS INVISIBLES. Por: Enara Amarillo

Image by: Christian Guntoft
Como mujer llevo toda mi vida escuchando como avanza la lucha por los derechos de las mujeres en esta cultura y como los hombres lo tienen todo, lo difícil que nos toca a nosotras y como ellos supuestamente son seres plenos que pueden arrasar con todo, violentar, abusar, tienen derecho a ser victimarios y como tales deben reparar continuamente una herida que han creado en la sociedad patriarcal que por azar los favorece y están en deuda con nosotras.

En realidad, el hombre de la cultura patriarcal no es un hombre realizado, rozagante de triunfo y feliz, es un hombre que esta al igual que la mujer en un mundo que poco permite la introspección profunda, es un hombre que sufre en soledad el cumplir con el papel de machito o la masculinidad que se le permita socialmente, soporta burlas a su sensibilidad o el simple silencio de querer cambiar y no tener el coraje para perder el amor mal entendido que exigimos las mujeres porque queremos y pedimos un hombre que orbite nuestras necesidades que nos tenga en cuenta siempre a pesar de sí mismo; el hombre del patriarcado esta invisiblemente de rodillas ante la mujer sea para agredirla o reivindicarla, sea para amarla u odiarla y esto gracias al arquetipo materno que en esta sociedad es intocable, incuestionable, desafortunadamente un arquetipo poco sano, una santa sin sexo, virgen que solo merece flores y alabanzas, es un pecado hablar mal de la mamá o tratar de cuestionarla esto conlleva un gran castigo pasivo y más aún si eres hombre, porque la madre siempre es santa así su hijo sea un hijo de puta.

El hombre de la cultura patriarcal esta frustrado al igual que la mujer, solo que su frustración no es manifiesta en quejas, se vive en expansionismo, en abuso, agresividad y poder, porque como un niño bravo se aprovecha de su pequeña cuota de poder para expresar su frustración y hacer miserables a otros. El hombre sumiso que baja las estrellas, que canta canciones de amor a su princesa, que hace todo lo que ella quiere esta igual de frustrado que el abusador y odia de igual manera a las mujeres porque no puede ser él mismo, es para y por el amor mal entendido de las mujeres y espera de ellas todo, el abusador escupe y esa es su manera de reclamar el amor, al igual que aquel que se rinde a los pies de la reina madre esperando que ella le supla todo el amor que le falto, ambos igual de misóginos, ambos igual de violentos.

El hombre de hoy es un hombre que desea participar en los roles “femeninos”, la paternidad, por ejemplo, se trata como algo de segunda mano, la mujer es dueña del hijo, si es cierto que hay una conexión profunda entre madre e hijo y también ese hijo existe gracias al espermatozoide del hombre, gracias al amor y el placer que da el hombre, este también tiene derecho a decidir qué hacer con su hijo, que darle, a tomar decisiones sobre el parto y la forma de nacimiento, a participar activamente en la crianza e inclusive en una decisión de aborto, pues no es solo el cuerpo de la mujer, es una unión que produce vida y su derecho como hombre y padre es también soportar a la mujer y a su hijo, si es verdad que hoy los hombres están mucho más involucrados en estas labores, más sin embargo la educación en los primeros años esta entregada a las mujeres, los jardines infantiles en su mayoría son dirigidos y atendidos por mujeres y ellos cumplen labores secundarias; los hombres son necesarios en esta etapa (y en todas) no solo la contención de muchas madres hacen la armonía sino la protección y el terreno que abre lo masculino es necesario para el crecimiento de la humanidad y ese proceso no podemos hacerlo, ni darlo solo las mujeres.

El hombre de hoy también ha sufrido al igual que muchas niñas y mujeres el abandono del padre, la invasión psíquica de la madre, la estigmatización de género, el abuso de familias donde las mujeres se quedan solas o han sufrido los estragos del patriarcado y ellos inconscientemente y por amor mal entendido tratan de compensar fallidamente su falta. A pesar de todas sus carencias y al igual que nosotras, el hombre está pidiendo a gritos que lo dejemos sembrar en el mundo, arar el terreno para crear la vida y armonizar este desastre porque al igual que la mujer tiene instinto y funciona, funciona muy bien y es tan certero como el instinto brujildo de la mujer. El hombre también tiene la necesidad de desarrollar su sabiduría instintiva, de encontrar su chamanismo, tiene necesidad de abrir campo a su desarrollo total y al de la mujer porque ninguno puede estar en armonía si esta en competencia con el otro.

El patriarcado oprime el ser, no solo a la mujer y al hombre, oprime todo lo que no pertenezca a la mente racional tangible, nos sume en una vida ridícula e incompleta, que adula y antepone la disociación del ser humano ante la completud y desarrollo de la humanidad; hace que la normalidad sea externa y que se pierda el ritmo propio y la autoregulación para anteponer la anormalidad normalizada que mantiene la materia como fin de la realización y la felicidad.

En el patriarcado todos mujeres y hombres estamos incompletos, todos estamos con un ala coja que busca reponerse a la herida infantil que nos dejó el abandono de nosotros mismos, una cadena de generaciones en degeneración donde tejimos una red de sexismo y guerra de géneros, donde olvidamos lo que está frente a nuestras narices y en años de lucha socio política no hemos logrado ponerle fin a esta locura, porque se nos escapa lo esencial, nuestro vacío ontológico, la incapacidad aprendida donde nuestra voz se calla y se pierde para darle vida a la lógica de lo ilógico, el mundo al revés parece ser un camino correcto y querer la integración de la humanidad en todas sus facetas parece utopía y locura, divididos como mujeres y hombres buscando igualdad para seguir expandiendo una onda de locura de depredación de humanos y diferencias superfluas que nos hacen cómplices en la destrucción y enemigos en el progreso

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