Es un mito que el carismático es solo un privilegiado que logró
la clave para cautivar y sin ningún esfuerzo obtener lo que quiere. El carisma
es de todos.
Siempre hemos escuchado hablar sobre la comunicación, sobre
los problemas en la forma de comunicarnos, sobre cómo saber comunicarse es la
clave para una sociedad más armónica y menos violenta.
Estamos acostumbrados a tener la razón, a tener el mejor
argumento, generar el mejor debate y lastimosamente todo esto basado en un
gana-pierde: yo hablo mejor que tú, porque soy más educado que tú, porque tengo
más títulos que tú, porque gano más dinero que tú, no cometo tantos errores
como tú… infinitos argumentos que muy legalmente se han acomodado en nuestra idiosincrasia
y cultura, son parte de nuestras dinámicas familiares y de nuestras “metas” por
alcanzar en la vida.
Estamos acostumbrados a un lenguaje guerrerista, a hablar duro
para ser escuchados y golpear con nuestra voz para poder hacernos un lugar en
el mundo. Es aquí donde la comunicación carismática y la escucha profunda
deberían irrumpir, para des.acostumbrarnos de esa violencia comunicacional.
Tenemos que ser capaces de poder hablar desde el punto más
genuino, poder hacer una pausa y expresar lo que somos a pesar de los miedos
que se aparecen, porque cuando hacemos una pausa sabemos si entrar en
discusiones es realmente necesario, quizás lo que me causaba tanto afán
emprender no debe ir tan de prisa, puedo escuchar al otro profundamente sin
esperar con impaciencia a que termine de hablar para poder decir lo que tengo
que decir.
Es momento de decir lo que pienso y siento realmente, desde un
lugar más honesto y tranquilo sin tener que dañar o aplastar el sueño de otro
para realizar el mío, esto no quiere decir que la comunicación carismática
carezca de momentos álgidos, donde las emociones se enredan, los tonos se
suben, es precisamente ahí donde más se usa.
Esta “comunicación carismática” debe entrar en la cotidianidad,
porque es una gran puerta a esa red común que nos acerca al trabajo en
colectivo, nos acerca al puerto en que podamos finalmente celebrar, recoger la
experiencia vivida y reconocernos.
Vernos como individuos auténticos comienza a tener sentido,
porque cuando no estamos jugando a ganar y perder la concepción del trabajo
cambia, los sueños son más genuinos y las potencialidades surgen con más
naturalidad y autenticidad, nos escuchamos con más atención y podemos
expresarnos con más carisma, el que es natural en todos los seres humanos, es
un mito que el carismático es solo un privilegiado que logro la clave para
cautivar y sin ningún esfuerzo obtener lo que quiere. El carisma es de todos,
no hay que competir por él, ni desarmonizarnos en ese proceso, en una pausa
podemos encontrar nuestro punto más carismático y traspasarlo a nuestro
lenguaje, que ojala sea siempre un puente entre esa parte sutil de nosotros
mismos y el “mundo exterior” con el cual me quiero comunicar.