Image by: Christian Gundtoft |
El proceso de desarrollo de un
niño es un proceso de caos, hay miles de teorías que definen ciclos vitales que
para los niñas y niños de hoy día son poco aplicables.
La educación que comienza en casa
tiene como base algo muy simple y casi invisible, el caos es conocido para
todas las madres y padres que viven con niños, nos acostumbramos a dormir poco,
a hacer mil cosas al mismo tiempo efectivamente, a responder con rapidez
preguntas simples y en su mayoría complejas que para nuestros hijos son básicas
para entender el mundo en el que viven; Sin embargo este caos “permitido y
conocido” dentro del proceso de la crianza pocas veces pasa por enfrentarse al
verdadero caos que tratamos de evitar a toda costa y creamos pequeños y cómodos
cubos para entender la realidad que nos abruma y la de nuestros hijos .¿Qué
pasa cuando el niño o la niña no se desarrolla como dice el pediatra o como los
otros niños?, ¿ Qué pasa cuando los niños no resultan ser lo que queremos o
como lo esperábamos?, ¿Qué pasa cuando no queremos mediar con los parámetros sociales
educativos y además tenemos que hacer profundos cambios?
Hoy después de 2 años y casi un
mes de haber tomado la decisión de educar en casa, me encuentro con varios
cuestionamientos que en ese tiempo solo pasaban vaga y resignadamente por mi
instinto materno y cómodamente se acomodaron en silencio por la inseguridad de
creer que los padres podemos hacer mucho
más por nuestros hijos que otras personas a las que hemos delegado lo básico.
Este ha sido un proceso de navegar
en el caos mientras danzamos con nuestros dragones tal como lo es un proceso
Dragon Dreaming, este es el día a día de la educación en casa. Nos hemos enfrentado
a no cumplir horarios, ni tareas y si a tener muchas actividades, varios
momentos de quietud, días agitados de salidas que terminan con sorpresas y
otros días de cansancio; es muy fácil obedecer a lo establecido, levantarse
subir a la ruta, llorar porque los pollitos están creciendo, recoger el informe
y mirar que tan adaptados están a su ciclo vital, suspirar y sentir que
cumplimos; no es tan fácil permitir la autorregulación, dejar que cada uno
encuentre su actividad que puede durar mucho o demasiado poco, encontrar un
momento de quietud y enfrentarse al vacío y brote la tristeza que nos incluye a
todos, porque los días tranquilos son muchos y los momentos caóticos ocupan
mucho espacio. Navegar en el caos ha sido respetarlos como seres humanos en
desarrollo que está en continuo proceso de caos, hoy sale un diente, mañana
ninguno, hoy estas feliz y tranquilo, mañana o dentro de 15 minutos estás
cansado de tanto pedido, demanda, atención y conversación curiosa; hay periodos
de cambio profundo que en los niños se nota más, su sensibilidad al cambio es
el termómetro en el que medimos que tan conectados estamos tanto en sus
procesos como en los nuestros.
El caos permitido, hoy no creería
que pueda llamarse caos, lo llamaría “la vida cotidiana con niños”, el caos es
el momento en que salta la desesperación de la madre o el padre, es el momento
en que el hijo no responde a nuestras demandas, es el momento en que al niño se
le adapta a cumplir con una jornada escolar que se parece más a una jornada
laboral para encontrarse con personas que no están muy realizadas con su
trabajo, que en su mayoría mal pagas y con mucha frustración hacen gran
esfuerzo por cumplir su deber; el caos viene cuando se le delega a otro fuera
de nosotros nuestra autoestima y aceptación según nuestros logros, el caos
viene de entrar en competencia brutal para un mundo que no está en equilibrio,
que no educa para la felicidad; este es el verdadero caos, cuando los niños no
responden y sanamente surge en ellos brotes psicóticos, la tan famosa y
discutible hiperactividad, la bipolaridad infantil, el autismo y su espectro que
crece cada día, la esquizofrenia infantil y el trastorno de oposición; lo llamo
sano porque es la manera desesperada de un niño o niña de gritar ayuda y
decirnos a todos nosotros que algo no está funcionando porque los niños siempre
no literal y verbalmente y si de alguna u otra manera dicen la verdad; como no
es este el verdadero caos cuando vivimos en un mundo hiperactivo, en profundo vacío
y depresión, todos corriendo, todos compitiendo por evitar una sola cosa “el
caos no permitido”, esa locura que cuando paramos no podemos estar en paz,
porque estar desocupado es ser improductivo por lo tanto inservible para esta
sociedad. Este caos que los niños gritan con sus diversas formas directas o
indirectas que el mundo necesita un cambio que quizás a los adultos no nos cabe
en la cabeza y necesitamos crear cubos de trastornos psiquiátricos, medicinas
que dopen el momento a pesar de sus efectos colaterales nuestra mente cortoplacista
insiste en que apaguemos el incendio porque la sequía interna nos puede estar
matando de tristeza.
Hoy pienso que el sistema
educativo tiene que volverse a hacer y en eso concuerdo con el psicoterapeuta
chileno Claudio Naranjo en su libro Cambiar la Educación para cambiar el mundo
y con algunos grupos de educación y crianza que ya aplican sus ideas: no hay
reforma alguna que baste porque el problema de raíz es el miedo, la
competencia, el gana-pierde, la depredación entre humanos y a la tierra; además
me sumo hoy a este movimiento de educación en casa añadiendo que el miedo al “caos
no permitido” nos mantiene en un caos innecesario, en violencia, en guerra,
creando relaciones humanas insanas donde aprendemos a competir para sobrevivir
ignorando al otro y a nosotros mismos, ignorando a nuestros hijos desconociendo
lo que son para que den gusto a necesidades olvidadas que ellos obedientemente
compensan.
Después de 2 años y un mes de
educar en casa y asumir solo dos roles de los 1000 que creía “deber y tener que
asumir”, ser mamá y mujer es el caos que más dragones me ha enfrentado, porque
este caos que creamos hace miles de años que denominamos cultura patriarcal nos
tiene a todos atrapados en un statu quo que solo asumiendo lo nuevo y soltando
con mucha valentía las viejas maneras que, está demostrado no funcionan, pueden
sacarnos del letargo.
Si de lo que se trata entonces
criar y educar, es de ayudar al hijo a ser
mucho más de lo que puede llegar a ser es necesario soltarlo y que su destino
deje de ser el sueño de los padres. Si los padres somos conscientes que el
mejor proyecto es el que se construye en colectivo, en algún momento de ese
caos que llamamos crianza y educación, va a ser esencial confiar en la vida, en
la tierra y conviene dejar que el aire que respira nuestro hijo sea el que lo guíe,
porque ese aire no es otra cosa que la propia tierra queriendo que con cada respiración
el ser se manifieste y ese flujo que no está exento de caos es donde el ser va
a crecer. Así comienza un proyecto Dragon Dreaming y así es también el
nacimiento y la crianza para los aborígenes australianos en quienes está
inspirado, para ellos soñar al hijo es esencial porque así se podrá escuchar la
canción que lo acompañará el resto de su vida, si eso se sabe hacer bien, el
resto de la vida el hijo solo tendrá que volver a recorrer sus líneas de
canción cuando esté perdido del ser y entonces encontrará siempre el mejor camino.
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