Todo conflicto entre adultos, se construye a partir de alguna verdad
interna que un individuo guarda para sí mientras que el otro ni sospecha
de su existencia. Para colmo, a veces esas “verdades” personales,
tuvieron su origen en secretos familiares que hemos perpetuado a través
de varias generaciones, y que se organizaron alguna vez con el estúpido
propósito de que no se sepa algo….relacionado con el amor. La bisabuela
que se casó embarazada (por amor) y que huyó a otro pueblo donde fue
odiada por la suegra que luego humilló a sus nietos que crecieron sin
saber qué había sucedido.
Las mentiras familiares son así: Heredamos no
sólo unos cuantos secretos que cobijan amores pasionales, sino también
el hábito de no decir y la necia costumbre de no confiar en los demás.
Hay algo aún peor: tampoco confiamos en nuestros sentimientos y mucho
menos en nuestras percepciones, sino que nos dejamos llevar por
opiniones ajenas. Por lo tanto, ¿Cómo contarle a alguien la verdad si no
somos capaces de abordarla? ¿Cómo saber de qué se trata eso que
recordamos a medias, que no preguntamos, que nos angustia o que el
destino nos devuelve en cada escena cotidiana? Además, tenemos miedo de
someternos a las evidencias, porque le otorgamos a esa “verdad” chiquita
y sencilla, atributos extraordinarios. Creemos que si alguien se
entera, el mundo se va a derrumbar. Pero resulta que no. No se derrumba
nada. Que nuestro padre haya sido alcohólico, que nuestra hermana sufra
un retraso mental, que seamos bulímicos, que nuestro hijo se haga pis en
la cama, que tomemos ansiolíticos, o que nos hayamos endeudado más de
lo habitual, no provocará el caos universal. Al contrario. No pasa nada.
En la medida que estemos aferrados a no compartirlo con nadie –a veces
ni siquiera con nuestra pareja ni con nuestros amigos más cercanos- ese
asunto no nombrado nos deja aún más alejados de nosotros mismos. Ese sí
que es un desmoronamiento personal. Sepamos que la verdad siempre,
siempre, siempre repara, cura, sana, alivia y nos hace más humanos. En
cambio, si estamos aferrados a los secretos con nuestros miedos a
cuestas cuidando que nadie nos descubra, al pasar frente a un espejo,
constataremos que estamos desnudos. Que eso que somos es imposible de
tapar.
Laura Gutman
No hay comentarios:
Publicar un comentario