El “instinto” de proteger, cuidar, nutrir y amparar a un hijo, sólo puede manifestarse en la medida que ese hijo exista y
tengamos una relación amorosa con él. Ahora bien ¿necesitamos el
instinto materno para quedar embarazadas? No, definitivamente no tienen
nada que ver una cosa con la otra. Quedamos embarazadas porque somos
fértiles, porque hemos tenido contacto sexual con un hombre y porque
hace parte de la naturaleza humana. El instinto aparece más tarde,
cuando el niño nace. A partir de ese momento, hay un bebe necesitado de cuidados maternos que despierta nuestra capacidad de amar.
Pero, una vez que el niño ha nacido, ¿siempre aparece el instinto
materno? ¿Por qué muchas madres no sentimos “eso” en relación a nuestros
hijos? Porque nuestra capacidad de protegerlo y ampararlo depende
de la represión sexual que hemos vivido a lo largo de toda nuestra
vida, del desamparo en el que hemos permanecido sometidas durante
nuestra infancia y de la moral, el autoritarismo afectivo y la rigidez
que aún hoy persisten y hacen parte de nuestra manera de ser. Es decir,
una vez que tenemos al niño real en brazos, nos encontraremos con
nuestra capacidad o incapacidad de cuidarlo, según nuestra historia
emocional pasada, de la que generalmente no tenemos un claro registro.
De todas maneras, la función maternante se puede aprender buscando
referentes externos, siempre y cuando reconozcamos que nos resulta
difícil responder a las demandas del niño pequeño.
En todos los zoológicos del mundo, se sabe que cualquier mamífera
hembra criada en cautiverio, tendrá pocas chances de concebir y dar a
luz a su cría. Luego, si lo logra, difícilmente “la reconozca” como
propia y posiblemente tenga dificultades para amamantarla y protegerla.
Pero los cuidadores del zoológico la ayudarán, y la cría normalmente
sobrevivirá. Lamento estas comparaciones, pero a las mujeres nos sucede
algo parecido: atravesamos los embarazos totalmente despojadas de
nuestro saber interior y luego parimos en cautiverio: atadas,
pinchadas, amenazadas y apuradas. Entonces lógicamente, inmediatamente
después de producido el nacimiento, nos sucede que desconocemos a nuestra cría. Las madres tenemos que hacer un esfuerzo intelectual para
reconocer a ese hijo como propio, con la culpa y la vergüenza de pensar
internamente que quizás no poseemos ese valioso “instinto materno”.
¿Puede una madre tener una fluidez extraordinaria para responder intuitivamente a
las necesidades del bebe? Sí, claro, ¡pero tiene que provenir de una
infancia ideal! Si hemos recibido suficiente amparo, contacto corporal,
palabras cariñosas, mirada exclusiva, pechos, disponibilidad emocional y
explicaciones a lo largo de toda nuestra infancia, es mucho más probable que respondamos instintivamente a las demandas del niño pequeño. Caso contrario, necesitaremos apoyos externos que nos guíen hacia el amor, y nos liberen de los prejuicios.
Laura Gutman
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