By: Christian Gundtoft |
La mayor de las represiones de
los seres humanos comienza con el dios padre, ese dios iracundo y vengativo que
está lleno de odio esperando el mínimo cumulo de errores para descargar su
furia sobre un ser que no tiene la mínima posibilidad de defenderse o evitar el
error para poner fin a esta cadena de abuso, pues si fuimos creados imperfectos
esta deidad castigaría por simple deseo sádico
y morboso.
Lo humano es susceptible de
discusión lo divino no lo es, entonces interpretar y generar toda una devoción a
una deidad con cualidades humanas es susceptible de ser errónea. Si crecimos en
una cultura donde los hombres usan pantalones y las mujeres cabello “con corte
de mujer”, no entiende uno porque los curas están tapados con un vestido entero
faldudo y las monjas tienen un corte militar, nada en esta simbología hace mas apología a la castración sexual y del ser que esta.
Alabando a un dios crucificado y
muerto en la cruz por nuestros pecados lo único que se ha generado es culpa,
sadismo, masoquismo y morbo. Si tenemos un Dios padre obviamente tiene que ser
hombre y ¿Cómo crearía vida?; alguna vez en el colegio católico donde estudie
pregunte cuando tenía 5 años si la virgen María era la esposa de Dios y la
monja me respondió: “eso no se pregunta porque es pecado” y cuando tenía 12
escuche en una conferencia en otro colegio católico donde también estudie a una
niña de 15 años que le pregunto a una de las tantas monjas que quería conocer una
versión más humana de Jesús y la respuesta que le dio fue: “Jesús se reía mucho”,
¿acaso conocemos algunos de sus chistes?, además hasta donde me enseñaron a mi reírse
en misa es pecado y de las escrituras es DOBLE PECADO.
Creíamos que esto se había acabado
con el auge de la modernidad pero no es así, en los tiempos de hoy pienso que
el mensaje de la castración sexual de la
que hablaba Freud es el miedo del niño a crecer y ser adulto, los padres no lo
son, que mayor traición hay a la manada que crecer, salir y crear un vida
propia, cuestionar y crear unas ideas y creencias que estén acordes con el
camino que se quiere llevar, que sean flexibles y susceptibles de cambio, no
creo que haya algo que le pueda generar más culpa; es ahí donde surge la castración
sexual, el falo sagrado y Dios como su portador, la prohibición del deseo y la más
grave de todas el miedo a crecer a desarrollarse sexualmente como el cuerpo
naturalmente lo hace, el miedo al vello púbico, a la sexualidad despierta que
nos dice que estamos listos para dejar de ser niños y empezar el camino a la
adultez, se crea la perversión activa de los hombres y la pasiva vengativa de
las mujeres, surgen las nuevas masculinidades que temen a toda costa superar a
la madre víctima, odian masoquistamente lo femenino y a los que se atrevan a
ser hombres desarrollados.
En la cultura patriarcal es quizá
el reto del humano de hoy hacerse adulto y enfrentarse al Dios padre todo
omnipotente que no es hombre, ni es malvado, es solo la representación castradora
de los padres que tuvieron miedo a su propia sexualidad convertida en un monstruo
perverso capaz de matar a voluntad. No generar más concepciones de un ser andrógino
que suma todo lo humano en uno, eso estaría más cerca de una deidad psicótica narcisista;
no alimentar esta psicosis colectiva que crea guerras y mata inocentes por
preferir ser los favoritos a comprender que eso nada tiene que ver con el amor;
no seguir alimentando una ilusión que a pesar de parecer poderosa que tiene millones de adeptos y seguidores que dan like
en redes sociales para afianzar su fe o por simple miedo comparten para no ser
inundados por plagas que los haga sentirse herejes y cometer el pecado de
cuestionar y pensar por sí mismos.
El pecado más grande que comete
esta humanidad es seguir alimentando preceptos morales inhumanos olvidando que un
maestro como el Buda comenzó su camino de iluminación cuando salió de su
palacio, dejo de ser un príncipe y se conectó con el sufrimiento de la
humanidad.
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